Como un destacado filósofo y sociólogo francés, Edgar Morin ha desarrollado estudios relaciones con una notable variedad de temas, sin embargo su fundamento se orienta en hablar del pensamiento complejo que ha sido su tema insignia y que ha permitido que su paradigma sea estudiado, analizado e integrado en un cumulo de bases educativas que se afirman en el entendimiento y aprendizaje de una forma más amplia, incluyente y que permita un desarrollo del conocimiento encaminado a ir a por más, todo lo anterior anexando el contexto y el devenir de los hechos de los cuales se estudia, es decir una educación que no se conforme con lo poco sino que tome cada tema desde una óptica más amplia.
El pensamiento complejo de Morin se argumenta con base en la multidisciplinariedad e integridad de diversos conocimientos para que los análisis sean más amplios, teniendo en cuenta técnicas, formas de articular y puntos de vista que nos ayudan sin lugar a dudas a reorientar lo aprendido en un concepto más exhaustivo, total y sobre todo crítico.
En sus palabras Morin nos dice: “Nunca pude, a lo largo de toda mi vida, resignarme al saber parcelado, nunca pude aislar a un objeto de estudio de su contexto, de sus antecedentes, de su devenir. He aspirado siempre a un pensamiento multidimensional. Nunca he podido eliminar la contradicción interior. Siempre he sentido que las verdades profundas, antagonistas las unas de las otras, eran para mí complementarias, sin dejar de ser antagonistas. Nunca he querido reducir a la fuerza la incertidumbre y la ambigüedad”.
Para fines de este texto objetaremos ahora lo entendido alienado a los niños y niñas de primera y segunda infancia. Para Morin es claro que la forma en la que educamos es crucial a la hora de entender incluso nuestro propio contexto y las maneras sobre las cuales se afirma lo aprendido y nuestra vida. La primera y segunda infancia están necesitadas de gran cantidad de sapiencias que se deben ir formando a lo largo de su crecimiento sin dejar nunca de lado el entender que todo lo que aprendemos siempre está ligado a otro concepto e ideales más amplios que a su vez se articulen y hacen que nos demos cuenta que es necesaria la multidisciplinareidad pues nada en esta vida es independiente de lo otros siempre se unen en una y otra manera.
Como indica la profesora Paulette Barberousse investigadora delCIDE‐Universidad Nacional de Heredia en Costa Rica: “Ante lo que consideró la crisis del paradigma occidental de simplificación y disyunción basado en la reducción y separación de los saberes, Edgar Morin planteó la emergencia de un nuevo paradigma de la complejidad, el cual intentaría articular y contextualizar las culturas científicas, las culturas de las humanidades y las culturas artísticas. Para llevar adelante tal propósito, se basó en la integración de ideas, conceptos y nociones provenientes de diversas fuentes teóricas. El abordaje de la complejidad ha requerido de la resignificación dialéctica y creativa del legado de dichas teorías en una nueva síntesis que, al mismo tiempo que las integra, las eleva a un nivel cualitativamente distinto y original”.
En Los siete saberes necesarios a la educación del futuro, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1999, Edgar Morin propone siete saberes “fundamentales” que la educación del futuro (diríamos que el futuro ya ha llegado) debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura, según sus propias palabras.
1. La ceguera del conocimiento, el error y la ilusión: Es preciso asumir un conocimiento del conocimiento, inspeccionar su naturaleza para no caer en el error y la ilusión.
2. Los principios de un conocimiento pertinente: Es importante buscar tener un conocimiento capaz de abordar los problemas globales y fundamentales para asentar allí los conocimientos parciales y locales. O como se diría más claro es ineludible ir de los mas grande a lo más chico para comprender mejor las cosas.
3. Enseñar la condición humana: La condición humana debe ser objeto esencial de cualquier educación.
4. Enseñar la identidad terrenal: Morin considera oportuno enseñar la historia de la era planetaria para entender mejor las dinámicas sobre las cuales los seres humanos gestamos nuestros problemas históricos.
5. Enfrentar las incertidumbres: establecer principios para enfrentar estratégicamente los riesgos, lo inesperado, lo incierto.
6. Enseñar la compresión: El desarrollo de la comprensión demanda una reforma de las mentalidades.
7. La ética del género humano: La educación debe dirigirse a una “antropoética” teniendo en cuenta la trilogía de la condición humana, individuo-sociedad-especie.
Pareciese que estos siete puntos presentados antes sean instruidos para personas de edades adolescentes, jóvenes o mayores pero curiosamente estos siete puntos son vitales para la primera y segunda infancia que deben ser instruidos en estos puntos, en este momento hallamos inmediatamente la relación entre el pensamiento complejo y la infancia puesto que es necesario que este tipo de aprendizaje llegue a sus edades para que sean formados de una forma más analítica, integra y amplia, que entienda sus necesidades pero que también busque formas de que estas sean cubiertas. Este sentir es notable en Morin y su paradigma pues muy importante entender que este tipo de aprendizaje no es ajeno a los niños, todo lo contrario es decisivo para su formación desde etapas tempranas. Saber adaptarles a este nuevo tipo de aprendizaje es trascendental, puesto que mejora su discernimiento, su comprensión e incluso intuición pues están más cerca de su contexto y experiencias cercanas que coadyuvan siempre a su educación integral, abierta, amplia y critica. Para muchos esto representa una verdadera reforma educativa en la cual todos estos tipos de acceder al conocimiento sean tenidos en cuenta y que a cada uno le sea dado un lugar igualitario y considerable. Es puntual recordar en este momento que los niños viven una etapa fundamental para su formación pues están en unas edades en las que suelen absorber en gran medida lo aprendido y su racionamiento se expande. La primera y segunda infancia debe ser abierta a comprender su entorno, a entender desde lo básico su cerebro, su cuerpo y su mente y de acuerdo a su edad que sepan apropiarse de herramientas que les beneficien en su crecimiento y permitan llegar a un conocimiento receptivo y amplio.
Para finalizar cabe resaltar que esta teoría de Morin ha vivido también una notable cantidad de críticas que la ven como una experiencia utópica o fuera de lugar puesto que consideran que se afirma en deseos de intelectualidad que siempre serán debatibles. La integridad de la exactitud de las matemáticas con la heterogeneidad de las variedades que ofrecen las letras hace visible este dilema pero la finalidad de este texto no ha sido exponer esa crítica sino enfatizar el paradigma de Morin a la experiencia educativa de la primera y segunda infancia.