en una ágil temporalidad,
una nueva semblanza,
un nuevo textil sobre hilos finos
que manifiestan una alevosía
cual aguja dañada en una
El tiempo no tiene compasión
y sigue en su correría cómo niño
desvalido sin juguete preciado,
cómo quien llora en la penumbra
y ríe en la mañana,
cómo quien está expectante
ante la soledad inocua e intempestiva.
Buscar la alegría como fuente de vida,
emocionar los días con garantía de validez,
certificar las sonrisas y potenciar el regocijo,
pero también permitirse estar triste
para valorar los momentos felices
y creer en la audacia, la valentía,
el temple y el estímulo de la convicción,
aunque la inercia quiera decir: hola.
El no saber qué pasará mañana
activa el deseo de querer que todo vaya bien,
aunque no lo parezca.
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