INOCUIDAD

Bajo el cielo azul sereno,
en campos vastos y sin fin,
la tierra nutre lo pequeño,
es vida pura, un buen jardín.

Las manos limpias la cosechan,
con el sudor de fieles manos,
y en cada fruto que se entrega,
un lazo eterno con los humanos.

Inocuidad, guardiana sabia,
que velas siempre en cada hogar,
proteges cada vida sabia,
con tu propósito ejemplar.

En cada gota, en cada grano,
tu esencia corre como el viento,
cuidas lo noble y lo mundano,
sin dejar nunca el sufrimiento.

El agua clara que brota pura,
tu sello lleva en cada paso,
cuidando así la agricultura,
con tu silente y firme abrazo.

En los mercados y en la mesa,
tu luz constante es el farol,
que ilumina cada empresa,
sin temor, sin fin, sin rol.

No hay veneno que te rompa,
ni sombra oscura que te hiera,
pues tu camino siempre alumbra,
sin doble filo, sin frontera.

Los hombres creen en tus cadenas,
de normas justas y precisas,
y en cada paso que ordenas,
se forjan vidas tan concisas.

Del campo al plato hay un destino,
que tú trazaste con cuidado,
como un celoso peregrino,
que guarda el bien siempre a su lado.

La ciencia a ti siempre te sigue,
en cada muestra, en cada ensayo,
y aunque la duda a veces vibre,
tu senda firme no desmayo.

En los sabores de la tierra,
se encuentra paz y dignidad,
y en tus principios no hay guerra,
solo el amor a la verdad.

Eres barrera del silencio,
que con justicia marca el paso,
y con tu escudo siempre inmenso,
el mundo entero das tu abrazo.

No hay rincón que tú no toques,
en cada nación, en cada río,
tu presencia nunca flaquea,
y evitas todo desvarío.

En cada olla hay esperanza,
de que lo puro siempre quede,
y en cada hogar hay confianza,
que lo que comes no se pierde.

Las leyes llevan tu bandera,
en sus palabras tan certeras,
que todo aquel que siga ciega,
sepa que al fin no desespera.

En los caminos del progreso,
tu nombre siempre va primero,
pues nada frena tu proceso,
ni la avaricia ni el dinero.

Inocuidad, tú eres la madre,
de la justicia alimentaria,
cuidas al rico y al pobre,
con la virtud necesaria.

La tierra canta tu alabanza,
y el mar refleja tu misión,
pues eres siempre la balanza,
que otorga paz y previsión.

En cada grano que acaricias,
en cada fruta que proteges,
hay una historia que reinicias,
con tu misión que nos defiende.

No hay más temor en esta vida,
si tus principios son guardados,
pues eres tú quien cuida el alma,
de cada ser que es abrazado.

Inocuidad, la fiel hermana,
que nunca deja el bien caer,
y en cada día que proclamas,
una verdad nos haces ver.

Así en el campo como en casa,
tu voz resuena en armonía,
y con tu espíritu que abraza,
se nutre el hombre día a día.




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