En Cartagena se gestó una simbiosis entre las formas de castigo y la imposición religiosa del catolicismo. Al ser una ciudad puerto en ella se vivieron gran cantidad de dinámicas sociales que estaban ya aplicadas a una jerarquización que como sabemos iba ligada al color de la piel y la adquisición de riqueza. La clase esclava era la representación clara de una población que bajo el dominio europeo trabajó entre otros en la construcción de todo el sector amurallado, los indígenas considerados vasallos del rey tenían también una labor previamente asignada, mientras que entre otros los libertos vivían una sociabilidad diferente. Los criollos y los peninsulares lideraban la pirámide social de la época y sobre todo desde la mirada del europeo se propiciaba una sociedad católica, ligada al respeto por las costumbres que desde el vaticano se permitían aunque hay que resaltar que la noción española de la inquisición en cierta medida se propasó y desvió de la primera conceptualización vaticana que veía en la inquisición un tribunal de “rescate” de las almas proclives a la perdición. En la ciudad la inquisición se implantó por designio del Rey Felipe III en 1610 bajo el nombre de: Tribunal de penas del santo oficio de la inquisición.
La inquisición se impuso en la ciudad como una forma de generar miedo a la población y hacer que se cumpliesen los designios que la corona deseaba y que solía siempre ir con el catolicismo. En muchas ocasiones sabemos que se dieron abusos que causaban que inocentes pudiesen ser apresados y acusados de brujería, hechicería y ciencias ocultas y afines. El temor se apoderó de la ciudad y el querer mostrar estar de acuerdo con el discurso religioso ocasionó que hasta tradiciones indígenas y africanas relacionadas con las plantas y sus virtudes pudiesen ser culpadas de satanismo. Para la iglesia católica lo que era ajeno a la usanza europea era digno de rechazo y repulsión puesto que era desconocido y propenso de ser pecaminoso y herejía.
La tortura fue una de las principales técnicas mediante las cuales la inquisición buscó que los culpados reconociesen sus pecados y adoptaran a la religión católica como su fe. En la ciudad se usaron métodos como: el potro, el cordel, el jarro de agua, la gota de agua, entre otros. El palacio de la inquisición ha quedado como recuerdo vivo y memoria histórica de un periodo que deseamos no regrese más. La Inquisición funcionó en Cartagena hasta la revolución del 11 de noviembre de 1811, volviendo en 1816 con el Pacificador Pablo Morillo para luego ser desterrada finalmente en 1821 con la liberación de Cartagena de Indias por parte del ejército patriota.
La inquisición en Cartagena centró su trabajo en causas de brujería, blasfemia y bigamia. Era tan importante el tribunal de Cartagena que de este dependían los arzobispados de Santa Fe, Santo Domingo, Panamá, Santa Marta, Popayán, Venezuela, Puerto Rico y Santiago de Cuba.
El adoctrinamiento de negros e indígenas se volvió una constante de los españoles que veían en las creencias de estos una amenaza latente.
Como caso curioso en la ciudad de negros acusados por la inquisición hallamos Luis de Páez, acusado de judaizante, a quien se le mandó revisar por los doctores Bartolomé de Torres y Francisco Ortiz de los Caballos, para saber si estaba circuncidado o no, y por ende saber si era o no judaizante. Después de varios meses este reo presentó un cuadro de fiebre y se le detectó disentería hepática. Falleció el 8 de julio de 1654 en el hospital, y se suspendió la causa.
Para concluir hay que decir que en Cartagena coexistieron gran cantidad de culturas que permitían que las costumbres de unas se mezclasen con otros razón por la cual la iglesia católica temiera y buscase por técnicas como la inquisición lograr que toda la población se adoctrinase a las prácticas que el catolicismo dejase. Así indígenas, negros esclavos y demás población vieron afectadas sus hábitos y estilo de vida por uno que buscaba ser considerado el general para todos.
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