Como hemos podido comprobar con el paso del tiempo las relaciones entre liberales y conservadores debieron gestarse definitivamente sí o sí. Las vías pueden ser variables pero van a un fin en el que el poder tomaba una connotación atrayente. Ya sea por conciliación, convergencia o a través de la guerra alrededor del país sus consignas permearon todas las realidades de esta nación. A través de la prensa, libros, telegramas e incluso voz a voz se fue forjando un pensamiento muy puntual que refleja la percepción de la vida misma, de las creencias, de los sentimientos, de la economía, de la sociedad, de la cultura, de la idea de nacionalidad, de la idea de progreso, de la idea de desarrollo, de la opinión, y también de deberes y derechos. Y es que alinearse a un partido político iba mucho más allá de lo aparente y tocaba cada aspecto del diario vivir.
Realmente hay mucho que decir sobre los momentos
históricos en los que el bipartidismo siempre presente en el país nos dejaba
verdaderas joyas del acontecer político de esta patria y todo lo que
conllevaba. Lo cierto es que estas relaciones, que llegaron hasta el punto de
mutuo acuerdo, se convirtieron para algunos en un ‘mal’ necesario o desfachatez
y para otros en una conveniente forma de trascender políticamente
independientemente de los colores. Pero las relaciones no solo se dan en la
unión, también en la enfatización de los polos ideológicos vemos dinámicas de
tire y afloje, de pesos y contrapesos que estructuran la realidad política
colombiana y que aún sigue teniendo consecuencias. De manera que la forma en la
que cada partido buscaba alejarse (al menos en el plano público) del otro es
también ejemplar de un carácter discursivo que tenía tintes antológicos en las
que ser de un lado u otro tenía también una connotación genésica y fundacional.
Algo certero es que al ser el hombre un ser mortal y
sin embargo sus ideas pueden trascender en el tiempo, aunque ya no este de
cuerpo presente, se tiñen sus discursos de un poder especial, en el que sus
ideas pueden ser compartidas y retroalimentadas a lo largo del tiempo. Es
decir, aunque el hombre ya no esté, su idea puede seguir estando presente y
agregarse adeptos y formar verdaderas concentraciones poblacionales importantes
unidas por una ideología; y como en esta vida estamos acostumbrados a las
enemistades y las competencias, es necesario que en escenarios como el que
brinda la política se den estos polos que no son más que dos formas (o más) de
entender el poder. Sin embargo hay algunas ocasiones en las que las teorías de
la conspiración y confusión llegan a la política colombiana, por ello quiero
empezar este capítulo mencionando una nota publicada con fecha del 12 de
Septiembre de 1897, titulada “Prensa Nacional: Una entrevista política”. Se
trata de una entrevista realizada al director de El Repertorio Colombiano en la que se exponen ideas bastante sugestivas
sobre la política nacional para la época. El redactor de El Porvenir, en
Cartagena, infiere cinco ítems puntuales que se deducen de la entrevista, cada
uno especial. El primero es que el conservatismo colombiano se halla en estado
de verdadera confusión, pues el entrevistado dice “Aquí todos los partidos son
liberales, políticamente hablando –pero usted se llama conservador, le
preguntan a lo que él responde- sí, porque creo que el partido conservador,
como yo lo entiendo, es genuinamente liberal”. Un segundo ítem es el hecho de
que los conservadores históricos estaban confundiendo el principio de autoridad
con funciones enteramente de ceremonia y extrañas a la superioridad. Un tercer
ítem es que Núñez, fundador de la regeneración se inspiró en genuinas ideas
conservadoras (algo que hoy sabemos con certeza y sin dudas). El cuarto punto
es que los conservadores, al mismo tiempo que suponen menoscabar el derecho de
sufragio, lo minan por su base estableciendo la intrínseca desigualdad política
de las razas. Este ítem se ejemplifica con la percepción del entrevistado en la
que afirma que la raza indígena es muy educable y aprovechable políticamente ya
que es ignorante y que ni aun un indígena educado supera el poder de
generalización e inventiva que caracteriza a un blanco, que siempre es más
educado. El indígena solía a su ver no conocer sus derechos y por ende la
pureza del sufragio estaba en peligro. En este momento se infiere una
superioridad racial del blanco sobre las demás razas en el discurso, aunque el
entrevistado no usa realmente el término de ‘inferioridad’ o ‘superioridad’
aunque si los usa quien le interroga mientras que el interpelado no los evade,
los acepta mas no los repite. Un quinto y último punto se halla en que los
conservadores no siempre obraban de buena fe, se ejemplifica entre otras en la
admisión del clero a los cuerpos de elección popular, aunque teñida de buenas
formas morales es algo nocivo para la república en múltiples maneras.[1]
Vale la pena hacer hincapié sobre el primer punto ya
que significa por sí mismo un dilema digno de ahondar y que entra incluso en
discusiones filosóficas. Hasta qué punto es realmente el conservatismo
colombiano un partido con nociones fundacionales y/o aquiridas liberales?
Podríamos afirmar según la aseveración del director de El Repertorio Colombiano que esta idea tiene asidero? Son estos dos
partidos colombianos (liberal y conservador) ‘genuinamente’ liberales?
Responder estos interrogantes ha de ser una loable tarea en construcción, digna
de análisis y con un portento de justificaciones para afirmar o desmentir estas
nociones. En ese mismo sentido hay que saber que la construcción de cualquier
partido siempre se hace con base en unos ideales, unos ideales que suelen
diferir de un enfrentado, pero ¿si ambos buscan un mismo fin, hasta donde podría
haber una compenetración (quizás no forzada pero si realizada) de esas ideas en
pro de una visión económica, social y política? Habrá quien se sume a la moción
del entrevistado, otros la desestimaran, pero sin lugar a dudas trae a colación
una interesante pieza de discusión ideológica abierta al debate.
Consecuentemente a lo anterior resulta plenamente
fascinante analizar las dinámicas entre azules y rojos, viendo como en
ocasiones particularidades verdaderamente apabullantes.
BOLÍVAR ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES
Comprobadamente el departamento de Bolívar ha sido
una de las zonas del país más interesantes y convulsas de estudiar por todo lo
que significa tanto su capital Cartagena como toda su extensión geográfica.
Además de su ubicación en el país y el papel histórico que ha desempeñado a lo
largo del tiempo, en él se gestaron verdaderas piezas cruciales de la historia
de Colombia.
En el trajín político nacional, liberales y
conservadores en Bolívar desempeñaron un rol
para nada despreciable y que merece atención. Entramos pues al mundo de
las dinámicas de estos en suelo bolivarense, en pleno caribe colombiano. Su
presencia, su forma de entender el poder y las decisiones que tomaban en esta
zona.
De 1903 a 1904 José Francisco Insignares Sierra como
gobernador de este departamento nombró como secretario al liberal Simón Bossa.
José María de la Vega rigió los destinos de Bolívar de 1909 hasta 1911. En su
gobierno nombró también como su secretario al liberal Rafael H. Muñoz. Nunca
fueron despedidos por su condición ideológica y terminaron en buen término su
labor al culminar cada gobernador su administración.[2]
Precisamente para finales de 1911 el gobernador
elegido, Rafael Calvo, comenzó una gira por todo el departamento. Al llegar a
la sabana le expresan una realidad que hasta hoy tiene validez, y es el olvido
estatal de esta región bolivarense. La desidia tanto nacional como
departamental parecía no darse cuenta de las múltiples necesidades existentes
en la zona y por ende su visita fue tomada por entusiasmo por los locales. En
prensa local se informaba en qué provincias estaría el gobernador y se seguía
paso a paso su ruta como una forma de mostrarle cercano a la gente.
Recurrentemente se hablaba de escuelas en pésimas condiciones y maestros poco
preparados, además de poca calidad de vida y problemáticas socioeconómicas. Su
visita llegó también a poblaciones como Magangué, Mompox y el Carmen y cerró en
San Andrés y Providencia (que para la época eran bolivarenses) para regresar a
Cartagena.[3] Su
gobierno terminaría pronto pero de sus visitas por el departamento se nutrían
las páginas de los rotativos locales.
En 1913 una eventualidad muy significativa tenía
lugar. El gobernador del departamento en ese momento, Juan Antonio Gómez
Recuero, era acusado de beneficiar al liberalismo en Bolívar al nombrar
alcaldes liberales y a su secretario de gobierno también liberal. El
conservatismo bolivarense veía en el gobernador a un hombre para nada atento a
sus ideales clásicos y con el afán de verse neutral, ser permisivo con algunos
liberales del departamento. La oposición en su contra fue sistemática y según
palabras del mismo Presidente de la república Miguel Antonio Caro en un
comunicado publicado en diversos medios y en Cartagena por El Porvenir: ‘carece
de fundamento, de razones suficientemente justificativas y parece obedecer a
móviles o cuestiones meramente políticas más bien que a divergencias.’ Al mismo
presidente apoyar públicamente al gobernador, los conservadores bolivarenses
fueron llevados a la luz pública nacional en la que estos se reafirmaban en su
posición y consideraban desleal la actitud tanto presidencial como del gobierno
departamental. La concentración conservadora bolivarense no quería más puestos
de alto poder en manos de liberales por considerarles un problema con múltiples connotaciones. El
aspecto religioso era solo uno de los tantos intereses que estaban en juego.
Hay que decir que no todos los conservadores estaban en contra de la forma de
mando del gobernador de Bolívar, realmente había incluso más enemistad con la
ya mencionada concentración conservadora, que era una rama del conservatismo
liderada por Marco Fidel Suárez y demás conservadores clásicos que no se unían
a la concentración. Los azules más moderados generalmente no estaban en contra
e incluso pedían respeto para el gobernador y que se le permitiera ejercer su
cargo libremente.
Respecto a la concentración que instigaba contra el
gobernador se lee en prensa cartagenera: ‘Hay en Colombia un partido político,
de reciente formación, que se ha llamado Concentración conservadora, cuyos
elementos componentes vienen suspirando por el pasado, se la pasan mirando
hacia atrás, no conocen el progreso ni obedecen a su corriente avasalladora y
miran, en suma, con criminal desdén las dolencias y las calamidades todas de la
patria. Elementos que se han caracterizado por su apego a la roca milenaria de
la tradición, como la ostra a su concha, en materia de principios políticos. Y
no aceptan ni las modificaciones que imponen el tiempo, la civilización y la
ciencia en su marcha ininterrumpida.’ Obviando al término ‘Partido político’
por entender hoy que más que eso fueron una ramificación ultra del
conservatismo hay que decir que la prensa es muy diciente. Las palabras
mencionadas fueron publicados bajo el seudónimo de ‘Un viejo conservador’ lo
cual no es sorpresa para la época donde si contabas con el beneplácito del
director del rotativo podría respetarse tu anonimato.
Pero este problema en Bolívar no queda allí y sigue
alimentando las diferencias entre el liberalismo y el conservatismo y todas sus
reminiscencias en otras formaciones políticas. De hecho la concentración de los
conservadores venia forjando y tanteando el terreno desde años previos. Para
Septiembre de 1910 se invitaba a todos los conservadores de este departamento a
una reunión en el teatro Mainero de Cartagena con el fin de elegir el directorio
del partido en esta región. Entre los convocadores de esta reunión hallamos a
la crema y nata del poder en Bolívar, las más altas esferas del conservatismo
criollo usaron esta reunión no solo con el fin de nombrar su directorio sino
además para dar solidez a su concentración. Entre los firmantes de la
invitación encontramos a Luis F. Jaspe, Juan A. Calvo, Francisco Cruz, Gabriel
Jiménez, Francisco Pasos, Luis Eugenio Calvo, Camilo S. Delgado, José L. Calvo,
Miguel Rodríguez Z., Max. Vélez, Antonio J. de Irisagurri, Arturo Franco,
Milcíades Rodríguez, Juan N. Botet y Juan Antonio Gómez Recuero entre muchos
otros. Causa curiosidad saber que a este último sus mismos compañeros y
copartidarios le verían como enemigo por el incidente acabado de mencionar de
1913.
En prensa local se informaba que esta reunión fue
receptora de un numeroso grupo de conservadores de todas sus fracciones y
divisiones. Se cuenta que llegaron además de gentes de alto nivel
socioeconómico, como ya era costumbre, hasta artesanos e ‘hijos del pueblo’ que
fueron mayoría. Se complacían los azules locales al ver que gran cantidad de
jóvenes y respetables agrupaciones de médicos, abogados, profesorado, abogados,
comerciantes y bancarios hacían presencia. En textos se decía ‘Esto indica que
el partido cuenta con la inconmovible base de los que solo aspiran al
predominio de las ideas por encima de bastardos interés personales.’[4] Se
añadía además en este evento que la concentración no debía ni podía tomarse
como una provocación ni como una amenaza para el Partido Liberal (aunque
realmente sí lo fue). Se argumentaba que si algunos conservadores promulgasen
esto, iban por mal camino y si los liberales creían esto incurrían en un
gravísimo error puesto que los concentrados deseaban trabajar en el ‘cerrado
campo de la ley’ y cobijados por las garantías constitucionales, salvaguardados
por el predominio de sus ideas y de los hombres que mejor supiesen llevar estas
ideas a la práctica, sin que esto pretendiese negar a los liberales ‘la
prudente y racional participación que les corresponde en la dirección de los
negocios públicos, como factor importante de la vida nacional.[5] De
igual forma se invitaba al liberalismo a cumplir estos mismos deberes siguiendo
el ejemplo de esta movilización. ‘Porque ya terminó en Colombia, -y para
siempre- la era de las revoluciones armadas para reivindicar derechos’.[6]
Lastimosamente esta frase emitida por los conservadores no gozaría de verdad
con el paso del tiempo en esta patria.
REPRESENTACIÓN POLÍTICA LIBERAL
“Estamos afiliados a la comunidad
doctrinaria del Liberalismo, comunidad cuyas raíces alcanzan a los orígenes de
nuestra estructura política como pueblo independiente, comunidad que basa sus
principios en la aplicación de los preceptos cristianos. A la organización y
dirección de las sociedades constituidas en Estados o cuerpos políticos, y que
proclama la libertad, no como un fin, sino como el medio más eficaz de alcanzar
la felicidad social y de resolver los problemas políticos, económicos y
gubernativos de una nación. El liberalismo erigido así en escuela política,
finca el predominio de sus principios en la acción lenta y gradual de las
ideas, y en su propagación por la prensa, la enseñanza y el ejemplo, para que,
cobrando ascendiente sobre la opinión popular, puedan traducirse en cánones o
instituciones políticas por los cuerpos constituyentes y legislativos, elegidos
libremente. En tal virtud, nosotros, para ser más leales a nuestras
convicciones, fieles a nuestros principios, y con el propósito humanitario de
contribuir con nuestro humilde contingente a apagar este incendio que devora al
pueblo colombiano, llevando la desolación y el hambre a todos los hogares, y
especialmente a los de la clase pobre y desvalida, a los desheredados
menesterosos y encarcelados, declaramos que somos obreros de la patria y de la
paz.”[7]
Llegados a este punto ya es indispensable conocer
que las medidas tomadas por los liberales para seguir teniendo
representatividad y espacios no giraron solo como podría pensarse en la violencia
como máxima ejecutora de su presencia en política, sino que debieron hacer
parte de estrategias que les permitiesen mantenerse. En Bolívar las relaciones
de compadrazgo son parte esencial de estas dinámicas de seguir estando
presentes y para nada debe sorprendernos que en menor medida algunos optaran
por un cambio de partido. Hoy sabemos que muchos movidos por la conveniencia
sin que esto signifique en su totalidad que sus pilares ideológicos hayan
cambiado, más si matizado para estos fines que pareciesen extremos pero
sucedieron. De hecho hay ejemplos puntuales de liberales que pasaron a ser
nacionalistas y finalmente conservadores, por mencionar algunos vemos a:
Benjamín Noguera, Francisco González Carazo, Valentín Pareja o Donaldo Grau.[8][9]
Claramente en Bolívar la realidad política giró en
torno a lazos clientelares, de parentesco, compadrazgo y demás. Por estas
razones las filiaciones políticas y presencia liberal se ajustaron bajo estos
parámetros en muchas ocasiones, donde pese a ser oposición había liberales en posiciones
de poder importantes. Vale la pena en todo esto contexto de representatividad
liberal mencionar los periódicos liberales que circularon en Cartagena y
Bolívar. Hallamos los siguientes:
Periódico
|
Continuidad
|
Director
|
Origen
|
Periodo
|
Lineamiento
|
El Esfuerzo
|
Semanal
|
José D. Arango
|
Cartagena
|
Enero 5 1889 – Agosto 17 1889
|
Liberalismo
|
El Gladiador
|
Quincenal
|
Vicente Martínez
|
Cartagena
|
Abril 15 – Mayo 10 1899
|
Liberalismo
Radical
|
El Progreso
|
Semanal
|
Rafael García
|
Cartagena
|
Septiembre 24 1899 – Febrero 23 1890
|
Liberalismo
Radical
|
El Reproductor
|
Semanal
|
Carlos Vives
|
Cartagena
|
Julio 26 1890 – Enero 26 1891
|
Liberalismo
Radical
|
El Sufragante
|
Semanal
|
J. M. Vergel Flórez
|
Cartagena
|
Septiembre 10 1891 – Junio 3 1892
|
Liberalismo
Radical
|
La Bandera Liberal
|
Semanal
|
Domingo de la Espriella
|
Cartagena
|
Agosto 7 1891 – 21 Agosto 1891
|
Liberalismo
Radical
|
El Zancudo
|
Semanal
|
Gaspar Matallana
|
Bogotá
|
15 Agosto 1891 – 11 Octubre 1891
|
Liberalismo
Radical
|
El Relator
|
Irregular
|
Felipe Pérez
|
Cartagena
|
Mayo 12 1891 – Junio 3 1892
|
Liberalismo
Radical
|
El Liberal
|
Semanal
|
A.
Olmos B.
|
Cartagena
|
Octubre 22 1898 – Mayo 27 1899*[10]
|
Liberalismo
Radical
|
Fuente: María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María
Álvarez. Cien años de prensa en Colombia 1840-1940. Medellín, Universidad de
Antioquia, 2003.
Cada uno de estos medios ejerció de oposición
pertinaz al conservatismo y todo lineamiento alejado del liberalismo. En
Bolívar así como a nivel nacional se volvió tendencia el hecho de publicar
telegramas y cartas entre dirigentes liberales. Por ende no es ajeno leer
además de editoriales a conversaciones
entre Marceliano Vélez, Carlos Holguín y Miguel Antonio Caro, entre otros.
Entendemos que en estas cartas había un discurso que se tornaba pasional y por
esto era una forma muy directa de llamar los ímpetus y emociones en los
lectores rojos. Entre las letras hay
llamados a revivir la llama liberal y aunada a sentires patrióticos se da una
mescolanza muy interesante en la que se posiciona al liberalismo como el bien
deseado para el desarrollo del país.
Precisamente las biografías de liberales destacados
llevadas a la luz pública se convirtieron también en un referente presente y
enérgico que se veía con mucha frecuencia en prensa radical. La caricatura, la
sátira y espacios de poesía política y literatura se evidenciaron como otras
estrategias viables (aunque no replicadas en todos los medios por igual, como
si pasaba con las cartas y biografías) de solidificar el sentir liberal. Desde
la regeneración la caricatura fue una crítica que en rotativos liberales
lograba presencia, sobre todo de prensa con origen bogotano. Notas económicas
también eran publicadas y la repercusión que tenían las decisiones
gubernamentales en ello. Otro elemento siempre presente fue la información
electoral, la persuasión al pueblo a través de esta y la publicación de
artículos gubernamentales. Jamás será sorpresa saber entonces que la
polarización con medios más conservadores como el cartagenero “El Porvenir” o
“La Prensa” se hizo presente. De hecho al dar una misma noticia que implicase
relaciones entre azules y rojos variaba un poco el matiz con que se redactaba
la nota, algo cotidiano.
[1]
El Porvenir. Cartagena. Septiembre 12, 1897.
[2]
El Porvenir. Cartagena. Febrero 15, 1913.
[3]
El Porvenir. Cartagena. Diciembre 19, 1911.
[4]
El Porvenir. Cartagena. Septiembre 15, 1910.
[5]
Respecto a esta reunión hay un discurso más ampliado que fue publicado en
prensa (El Porvenir) y vale la pena resaltar apartes por la carga ideológica
que tiene y lo que se afirma. Leemos: “Los
que trabajamos desinteresadamente por la concentración del partido conservador,
-dejando a un lado segundas denominaciones, que en los momentos actuales sólo
contribuyen a su fraccionamiento y por consiguiente a debilitarlo,- hacemos
obra patriótica, porque con ella procuramos la gloriosa resurrección del viejo
partido y laboramos por el bien de la patria. El nacionalismo llenó
generosamente su misión, porque salvó al Partido Conservador de la muerte, lo
libró del ostracismo a que parecía perpetuamente condenado, le entregó de nuevo
la tradicional bandera, le hizo dueño del poder, y en la carta fundamental dejó
consignados sus principios tutelares; y si bien es cierto que esa carta reclama
reformas robustecedoras, que la aparten del partidarismo exclusionista, ellas
no deben ir hasta afectar la esencia de los principios que contiene, ni buscar
en ajeno campo lo que en el nuestro ha existido siempre. La Unión Republicana
fue tal vez: necesidad del momento que le dio vida. Desgraciadamente no
correspondió a los generosos fines que acariciaba, porque se entretuvo en
ejercitar medios que al fin hicieron estéril su labor. Los conservadores, por
la pendiente de las concesiones, barajaron hasta ofrecer lo que no podían ni
debían cumplir, y los liberales subieron por la escala de las exigencias hasta
exigir lo que no se podía dar. Y es que aún en medio de las locuras de los
hombres, y de las embriagueces políticas de las colectividades, hay en aquellos
y en esta una voz interior que resuena más alta y dominadora y esa voz es la
del espíritu de la propia conservación. Esto es lo que actualmente pasa en el
Partido Conservador. Por eso, la concentración de ese partido se impone con
fuerza irresistible como una necesidad, como un deber y quienes se nieguen a
satisfacer esa necesidad y a cumplir ese deber van en contra de su bandera, en
contra de su partido y en contra de la patria.”
[6]
El Porvenir. Cartagena. Septiembre 15, 1910.
[7]
Este discurso que se leía en prensa representa fielmente el ideal liberal para
le época.
El Porvenir. Cartagena. Marzo 31, 1901.
[8]
Roicer Flórez, capítulo 4, “La privatización de la guerra: El control de la
violencia en el Estado”, en: El uso privado de la autoridad pública en el
Estado Soberano de Bolívar, 1863-1878, trabajo de grado para optar al título de
magister en historia de Colombia, Universidad de Cartagena, Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Cartagena, 2007
[9]
Grey Verbel, Élites y redes de poder en torno al proyector regenerador,
Cartagena 1874-1872, trabajo de grado para optar al título de historiador,
Universidad de Cartagena, Cartagena: 2005, 135 paginas.
[10]
Bajo el mismo nombre de “El Liberal” un periódico renacería y tendría
trascendencia desde la llegada de la década de 1910.