Hay una ciudad en algún lugar del mundo. Llena de rascacielos y con un río que la cruza. También tiene mar y hay puentes que unen la tierra y el agua.
Cada noche suceden cosas extrañas, pero se disimulan por la oscuridad y la penumbra. Allí, ahora, en algunas calles de esa ciudad, ocurren verdaderas barbaries. Hay muertos y asesinatos, hay gritos de desespero y que ruegan por ayuda. Pareciera que además de la violencia del ser humano, hay algo sobrenatural que se suma poniendo su fuerza y voluntad ante la maldad de los hombres. Algo del más allá que infunde terror y sevicia, odio y rencor, sed de venganza, y muerte.
Los policías no dejan de tener trabajo, siempre hay casos que investigar y detectar. Se dice que esa fuerza que no es de este mundo, ama ver sangre, ama el dolor y el sufrimiento. Se complace en la muerte. Está en el asesino que va a cometer su acto, en el violador que va a hacer daño, y anima a acelerar a los conductores para que haya accidentes de tráfico con muchos difuntos. Aunque este espíritu no solo habita en esta ciudad, en ella actúa con más fuerza. Es su sitio favorito para matar.
Cuando amanece parece que no ha pasado nada, pero con el atardecer y la vuelta de la noche, las cosas extrañas empiezan a volver a ocurrir. Es cíclico, no cambia. La luna es testigo de los actos más desdeñables y lamentables, que llenan la morgue de esa ciudad de cadáveres, y el río de cuerpos que son hundidos con piedras. Un espíritu de la noche cobija a aquella ciudad y hace que nunca deje de ser: la ciudad oscura.
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