La identidad universitaria es plenamente una correlación entre un conjunto de aptitudes, sentido de pertenencia, adherencia y compromiso con un ideal colectivo que a su vez es una forma de apreciación de la vida misma. Es un dialogo constante en el quehacer académico y comunitario en el que no solo se hace parte de una institución universitaria, sino que se aplican prácticas, costumbres y estudios bajo un contexto de afinidad y sobre todo de una conciencia que nos permite reconocernos como parte integral de una colectividad que va más allá de una experiencia educativa. Para el autor Napoleón Peña esta identidad implica también una proximidad a la cotidianeidad. Esta identidad universitaria aplica lo histórico, lo social, lo individual, lo natural, lo racional y lo imaginario en un mismo punto, que entiende sus diferencias, pero a su vez su importancia en la búsqueda de un mismo fin que va mucho más allá de la obtención del conocimiento y el aprendizaje de la vida.
Esta identidad no da la espalda a la sociedad, sino que la concibe como una influyente elemental del bienestar común y crecimiento intelectual de forma integral. La universidad une lo local con lo global y lo social con lo individual. La dimensión imaginaria de las ideas de los sentimientos, deseos, aspiraciones y sueños son ese propulsor que equipara el rol de la universidad con los del individuo y su sociedad. Precisamente la universidad existe en este orden de ideas porque la sociedad ha sido capaz de fundir todos estos símbolos y significados sociales en acuerdos que nunca perecen y siguen presentes a lo largo del tiempo. En este análisis la Universidad se concibe como un escenario social, cultural, político, ético-estético y cognitivo por ende su preponderancia acuerda de forma provechosa potenciar todas las habilidades en el individuo.
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