Entre las consignas que iban y venían se destaca una en la que se hablaba de las necesidades del Partido liberal en esta época. En primer lugar se menciona la necesidad de tener una figura prestigiosa como su dirigente nacional. Se quería un servidor movido por ‘el anhelo noble y desinteresado de obtener para el partido liberal la legitima influencia que le corresponde en la vida nacional y en su organización gobernativa.” Aunado a esa figura de líder se acentúa la ya mencionada necesidad de unificación. Se concebía como “una acción eficaz y perdurable.” Sin esta unificación el liberalismo se convertiría, según ellos mismos, por su propia culpa y actos, en ‘colaborador de los triunfos del adversario’.[1] Ahora se enfatizaría el discurso en afirmar que un enemigo poderoso del liberalismo era la división dentro de este y podría ser tan nociva como el conservatismo mismo.
Pese a mencionar a la figura de un líder prominente
se afianza en el reinante director Benjamín Herrera quien debe permitir lo que
ellos llaman un renacimiento del entusiasmo liberal, “poderoso, juvenil,
respetado y firme, como en los mejores tiempos”. De hecho el mismo Herrera se
presentaría a elecciones presidenciales en 1922, quedando en segundo lugar y
alargando más la espera liberal que como sabemos culminaría en 1930 con Enrique
Olaya Herrera. De regreso a 1920 el liberalismo sabía que no daba una pequeña
carga a Benjamín Herrera. Efectivamente el director es señalado como un
dirigente en momentos difíciles y abrumadores, en las que su servicio y
dedicación eran demandados con premura. En las que su don abnegado por la causa
le seria replicados en honores y recompensas. Por sus meritorios antecedentes
este hombre se convertiría en un ejecutor del deseo liberal nacional que con ímpetu
vislumbraba nuevos tiempos.[2]
Como si de tono premonitorio se tratase, o más bien
de una constante, en 1920 se recordaba una nota titulada “Acción docente del
liberalismo” escrita por José María Rojas Garrido, reconocido liberal huilense
que había sido presidente del país durante los meses de Abril y Mayo de 1866.
Sus letras seguían teniendo gran valor y trascendencia en el plano ideológico
que tenían aún validez. El texto es muy directo y representa un llamado de
atención nacional. En la nota se lee: “El liberalismo colombiano, debe no solo
aspirar a la adquisición del poder para hacer efectiva como gobierno la bondad
de su doctrina, sino que está en la obligación moral de conquistar y poseer por
medio de sus principios la conciencia plena del ciudadano, y para esto es
preciso que sus órganos de propaganda –el profesor en la cátedra, el parlamento
en la tribuna, el escritor en la hoja periódica y los padres en el hogar– no
cesen de exponer las ideas liberales universales, combatiendo todo prejuicio a fin
de ilustrar al pueblo y prepararlo para que obre conscientemente el día de las
necesarias reivindicaciones.”[3] El
anterior mensaje sería un recordatorio irrefutable de los retos del liberalismo
para lo que se venía y del desafío que significaba lograr el poder. Por ello
juntas de los directos liberales departamentales se incentivaban e incluso en
el dominio regional en el que por ejemplo se daban juntas entre los dirigentes
de regiones como la atlántica en miras a hacer acuerdos para concentrar ideas y
llevarlas a la capital.
Para mediados del 1920 una junta de directores de la
costa atlántica se dio en Barranquilla, en esta se acordaron varias estrategias
y se publicaron quejas que llegaron a la prensa. Entre estas se mencionaba una
protesta formal y enérgica contra lo que denominaron atropello por parte del jurado electoral de Ciénaga
contra el liberalismo en esa zona, al habérseles arrebatado, según estos, la mayoría que legítimamente
les correspondía, no verificando el escrutinio de los votos emitidos en las
elecciones para Concejales, conforme lo ordenaba la sentencia del tribunal
contencioso de Cartagena, en la que se reconocía al liberalismo sus derechos.
De igual forma se protestaba por la actitud del gobierno departamental del
Magdalena y municipal de Ciénaga al violar la ley las garantías individuales a
las que tenían derecho. El evento fue catalogado por el liberalismo como un
‘escándalo electoral’.[4]
En la junta ya mencionada también se daba un voto de
confianza en que la minoría liberal del gran consejo electoral al hacer la
designación de los miembros que representarían al liberalismo en las
corporaciones electorales de los departamentos, atendiese la opinión de los
directorios de las respectivas secciones, es decir que se les diese el espacio
correcto y adecuado para hacer frente desde la legalidad frente a la mayoría
conservadora. También se efectuaba un llamado a todos liberales del país para
que por encima de sentimientos personales que habían causado tanto mal al
partido, virasen mejor su rumbo hacia la unión liberal, firme y sincera. De
igual forma se comunicaba a todos los periódicos liberales de la república a
afinar sus labores a favor de la unión y no la fragmentación. Así miso se invitaba a la minoría liberal en
las cámaras a asistir a las sesiones del congreso y darle atención preferente a
la reforma electoral y si la mayoría conservadora se negase sistemáticamente a
discutir el proyecto de reforma electoral o
lo desaprobase, la minoría liberal debía retirarse definitivamente, explicando
al país su determinación. Paso seguido el liberalismo debía abstenerse de
concurrir a las urnas, con excepción de elecciones para el concejo. También se
alentaba a la minoría liberal en las cámaras y asambleas a presentar y sostener
las siguientes reformas en beneficio de la clase obrera: jornada de ocho horas,
reglamentación del trabajo de mujeres y
menores, aumento de la partida destinada a la instrucción pública, sobre todo
para escuelas rurales, reforma sustancial del pensum de las escuelas primarias
y descanso dominical pagado por el patrono. Consecuentemente también se pedía
considerar seriamente como medida trascendental y urgente la fundación de un
colegio liberal de enseñanza primaria, secundaria y de ciencias políticas y
económicas en la costa atlántica. Los reglamentos, pensum y demás detalles
serian acordados por una junta de delegados de los directorios de los tres
departamentos del litoral (Bolívar, Atlántico y Magdalena).
Se acordó además recomendar a los representantes del
liberalismo en toda la geografía nacional y cuerpos colegiados a que trabajasen
en medidas para combatir el alcoholismo y el juego, de igual forma a la prensa
liberal para que laborasen en idéntico sentido. Con esto se buscaba formar
ciudadanos liberales de honor y alejados del ocio. Consiguientemente se instaba
a los directorios liberales del país para que procurasen la formación de
escuelas para obreros, a fin de mejorar la condición de las masas populares.
También a estos directivos se les animaba a fundar periódicos liberales que
fuesen órganos de difusión de sus ideas colectivas y que fomentasen la
adquisición de fondos necesarios para darles vida permanentemente.[5]
Las peticiones del directorio costeño fueron
enviadas a Bogotá a al directorio nacional, quien sabía que en departamentos
como Bolívar, Magdalena o Atlántico era esencial fortalecimiento de nociones
liberales. Pero las peticiones no eran precisamente solo para el directorio
nacional, al publicarse fueron un llamado para todos los liberales pero también
para el gobierno conservador, quien debía respetar aunque no estuviese de
acuerdo con las decisiones tomadas desde
el norte del país. En este sentido Cartagena como ciudad central y Barranquilla
como creciente en poderío eran la raíz
germinante de estas ideas que buscaban una potenciación del liberalismo en toda
su zona de confluencia. Con la publicación también se convocaba a una Asamblea
Nacional del Liberalismo antes de la apertura de las cámaras legislativas de
1920 y desde la costa se legitimaba a Benjamín Herrera como jefe único del
partido con derecho de permanencia en el cargo de alta distinción.
Sin lugar a dudas esta junta costeña de 1920 resulta
un elemento central para comprender mejor el contexto liberal para la fecha y
de igual forma un trascendental punto de cohesión entre las ideas liberales y
su ejecución. Precisamente en esa espera del poder el liberalismo daba a
conocer notas en prensa como una titulada “¿Por qué somos peligrosos?” en la
que se hacía una cítrica al gobierno y se entablaba una discusión sobre lo
conveniente para Colombia con el liberalismo al mando. A modo satírico se
amonesta al clero y como sometían al
país a sus preceptos y como los conservadores se apegaban al vaticano. Sin
embargo añaden además que el modelo católico romano cada vez más se ostentaba
de mecanismos de tolerancia y conciliación a nivel internacional, logrando eficacia en países como Chile o
Francia.[6]
Sin embargo en el caso colombiano era el conservatismo con su perpetua afinidad
quien eternizaba prácticas medievales. Es decir, se da a entender que la
iglesia empezaba a abrir caminos de dialogo, pero en esta república, era tanto
el conservatismo, como la cúpula eclesiástica local, las que no invitaban a ese
diálogo y entendidos en su contexto no veían necesidad de dialogar pues
aceptaban directamente toda noción vaticana. El arzobispo primado del país es
señalado por el liberalismo como un personaje especifico que abusaba de su
poder e influencia y no permitía el debate.
Quizás por avivar una llama católica, por enojo o a
modo de crítica por su extralimitación en el poder nacional. En algunos
periódicos liberales como el cartagenero “El Liberal” se empezaron a publicar
notas sobre la masonería, sobre sus principios y como convertirse a esta
comunidad. A página completa se presentaba a esta ideología y se explicaba
porque no era inmoral o indebida y lo que significaba desde su cimiente más
interna. Se aclaraba que los masones sí creían en Dios y que creían en la
libertad, por ende no colocaban límites a la libre investigación de la
verdad y para garantizar a todos esa
libertad, exigían absoluta tolerancia. Se decía demás que la masonería estaba
siempre abierta a hombres de toda nacionalidad, de toda raza y creencia. La
reacción católica a estas publicaciones masonas bien valdría la pena
analizarlas en una investigación más a fondo pues sin lugar a dudas es una
temática de sumo interés. Pero si algunos liberales o conservadores pensaban
que dentro de la vida de los masones podrían acogerse debates políticos, se
aclaraba también que entre los lineamientos masones se prohibía toda discusión
política y religiosa y que se acogía incluso a todo profano, cualesquiera que
fuesen sus opiniones en política y religión. Como punto central se informaba
que la masonería tenía siempre por objeto combatir la ignorancia en todas sus
formas, siendo una escuela mutua.[7] En
la nota de prensa se anexaba además los nombres de los jefes masones en
diversos países, entre ellos Colombia.
Preciso es aclarar en este punto que no en todos los
liberales había un enérgico desprecio de valores católicos, puesto que hay
respuestas incluso de algunos de ellos en contravía de ideales como la
masonería y más cercanos a Dios desde la visión católica. Es decir existían
liberales en contra de la imposición católica en la política de estado pero que
sin embargo podrían profesar dicha
religión.[8]
Por ello sería incorrecto mencionarles como acérrimos enemigos de la fe o de la
deidad judeocristiana, pero sí como discordantes de la forma como el estado
colombiano era más iglesia que estado. Lo que si se afirma al final de la nota
era que la iglesia católica estaba excomulgando a católicos que ahora se
autodenominasen como masones por considerarles un peligro, de allí que
existiese el temor por católicos de acercarse a esta ideología. Se comenzó a criticar inmediatamente que esta
información llegase y se promulgase en prensa liberal en ciudades como Bogotá o
Cartagena, lo que se decía era que se había filtrado y ya que había llegado a
la opinión publica era un riesgo inminente. La Iglesia no iba a permitir jamás
ser católico y masón al mismo tiempo, o se era uno o lo otro, o se estaba con
Dios o con Satanás. Pero el sentir masónico era imparable, ya en Cartagena había
comunidades masonas desde años previos que incluso empezaban a dejarse ver en
prensa, bajo el seudónimo “Masones cartageneros”. Habría que preguntarse aquí
si las tácticas de la iglesia realmente funcionaban, al decirse incluso hoy que
varios presidentes de Colombia eran afines a la masonería. Incluso de habla del
mismísimo Rafael Núñez y la prensa liberal en pleno 1920 hacía ese análisis.[9]
Respecto al tema con el paso de las semanas el mismo rotativo local cartagenero
publicaba una nota llamada “Contra los masones” en las que abogaba por estos al
decir que no eran nada extraño, más si hombres difusores de la cultura, la
solidaridad y el bien de la república.[10]
Que los liberales ansiaban el poder era sin dudas
una realidad innegable y sus adversarios
lo sabían. En Cartagena “El Porvenir” y “El Liberal” comentaban la misma
situación, aunque aún en esta realidad las desavenencias entre ambos rotativos
se hacían evidentes. “El Liberal” criticaba la forma como “El Porvenir”
informaba del tema. Refrendaban el temor
conservador con el hecho de que ni siquiera aceptasen reformas propuestas por
los liberales por asimilar que al autorizarlas se les abría camino en el poder,
haciéndoseles más fácil llegar al mando y de esta forma poder doblegar estos a
los conservadores en un futuro. Para estos días llegaba información de Lorica
como una población en la que el liberalismo estaba de pie y ganaba adeptos
entre los locales y se informaba además de una crisis conservadora.[11]
A los rotativos liberales llegaban textos de
problemas en el conservatismo e informaban de una vergonzosa disputa entre dos
medios de este partido. “El Nuevo
Tiempo” trataba a los directivos de “La
Nación” como blasfemos, traidores y desleales. “La Nación” responde negando
todo y “El Nuevo Tiempo” replica añadiendo los adjetivos de cobardes,
mercantilistas y ambiguos.[12]
La disyuntiva es aprovechada por la prensa liberal para comunicar que si así se
trataban dos medios conservadores en público, por dentro el partido se
encontraba peor, lleno de conflictos y división y que la pelea era un reflejo
de conflicto de intereses del conservatismo.
El mes de Noviembre de 1920 llega con la prensa
manifestando una “reintegración” liberal. En esta se menciona que debido a la
poca escucha del conservatismo a reformas planteadas por el liberalismo y por
la necesidad de ver reflejados sus deseos en el gobierno, cabe la necesidad no
solo de unificar sino también la de reintegrar al partido en toda la república,
dando salida a las fragmentaciones y consolidando sus ideales en una misma
mira: llegar al poder. En Bolívar se habla de que la reintegración es ya una
realidad y que las viejas diferencias habían pasado a un lado y la división
había mermado por la consolidación de la unión para ‘emprender las jornadas del
futuro.’ El Liberal cataloga el hecho de ‘fraternal’ y de ‘un olvido completo
de las disidencias pasadas’ impuestas por ‘la hora que el país’ atravesaba. Se
dice de esta integración bolivarense como ‘una orientación firme, enérgica, sin
vacilaciones, ni resquemores… En Bolívar el liberalismo compacto es una fuerza
política militante de valía cuya respetabilidad tendrá que reconocer el
adversario.’[13]
Se invita a los copartidarios a estar unidos en la lucha pues representan un
poder efectivo en las urnas, haciendo respetar el sufragio, impidiendo el
fraude que a su ver hacían los conservadores y reafirmar sus valores
tradicionales.
Era usual en estas fechas ver desde Bogotá
felicitaciones al movimiento liberal bolivarense por su gallardía, unidad y por
representar fielmente el ideal liberal sobreponiendo los intereses colectivos a
los personales. Se habla de Simón Bossa como gran director departamental y por
enfatizar el fortalecimiento del partido en los diversos municipios de esta
zona del país.[14]
Otra realidad evidente en el plano local mencionado en prensa, era que el
conservatismo cartagenero lograba más representatividad en el plano nacional.
Para el liberalismo local era una represalia ante su aparente fortalecimiento
en esta región. Es decir, el directorio nacional conservador estaba anexando
conservadores bolivarenses a su selecto grupo para acrecentar más su notoriedad
en estas tierras, pero también porque se informaba que estos tenían el mérito y
logros suficientes para alcanzar tal distinción.[15]
Con la llegada de diciembre de 1920 un nuevo
manifiesto liberal se publicaba, sería de los últimos del año y estaba
concentrado especialmente en hablar de la unidad bolivarense, pareciese que se
volvió noticia nacional que en Bolívar el Partido Liberal estaba fortalecido.
Se leía en prensa que el caso bolivarense era una ‘esperanza de triunfo’ para
los liberales y que esta zona era ya un bastión de los rojos.[16] El 16 de Diciembre la convención liberal de
Bogotá planteaba ya la urgente tarea de una nueva convención nacional del
liberalismo y de acelerar los pasos a través de los directorios departamentales
de acrecentamiento de acciones a favor del partido y más organización dentro de
este. Mejorando los esquemas
organizativos confiaban se cristalizarían sus aspiraciones. [17]
Siguiendo con el tema de la unidad, el mismo
director nacional del partido, es decir Benjamín herrera, precisó que todas las
corrientes liberales debían tener una representación en la corporación soberana
del partido, permitiendo una unión sólida y fuerte en la que la gran familia
liberal fuese una sola.[18]
Con esto se buscaba que ningún grupo de tendencia o esencia liberal quedase por
fuera y expresase sus desavenencias dentro de la formación conjunta partidaria
en la capital del país. Herrera decía “Ha llegado el momento de hacer un
esfuerzo supremo para encauzar la colectividad. Es necesario que nos
convenzamos de que elementos dispersos no pueden imperar en la política de un
país, y que solo la unión puede darnos el puesto a que tenemos derecho, si lo
que anhelamos es el triunfo de las ideas, por las cuales viene el partido
combatiendo desde hace treinta y cinco años.”[19]
Con el final de 1920 en prensa ya se habla del año
siguiente, de legislación, de elecciones y del devenir tanto del liberalismo
como del conservatismo, más que nunca se manifiesta un profundo interés por lo
que se viene, por lo que significaría para el país los tiempos venideros y del
por qué más que nunca en el escenario del poder público la batalla campal,
tomaba nuevos matices, que trascendían con fuerza el aspecto social y el
cultural, además de los ya clásicos económicos y políticos.[20]
Nadie quería perderse lo que se avecinaba. La historia nos cuenta que esos
últimos diez años de la hegemonía conservadora serian sustanciosos y llenos de
un sinnúmero de sucesos que serían un parteaguas en nuestra vida republicana.
La danza de los millones, la masacre de las bananeras, la económica cafetera y
las disputas partidarias son algunos de los ejes históricos que aun hoy siguen
teniendo trascendencia y un gran valor en la historia de Colombia, pero eso no
es todo, hay mucho más. De 1921 a 1930 pasaría de todo, y estudiar este periodo
merece también una investigación especial.
Se puede afirmar entonces que con el final del 1920
se ejecuta un fortalecimiento liberal en Bolívar que con más fuerza que antes,
estaba pujando por el triunfo. El
liberalismo a nivel nacional no escatimaba en acciones para unificarse e
indiscutiblemente ya se reafirmaban a sí mismos en espera del poder.
[1]
El Liberal. Cartagena. Marzo 31, 1920.
[2]
Ibídem
[3]
El Liberal. Cartagena. Abril 1, 1920.
[4]
El Liberal. Cartagena. Mayo 1920.
[5]
Ibídem
[6]
Ibídem
[7]
Ibídem
[8]
Existe de hecho un trabajo interesante que aborda este tema bajo la
denominación de Liberalismo católico, entendiendo a esta como una corriente que
en la Colombia decimonónica tenía ya lugar. Ver: William Plata Quezada. El
catolicismo liberal (o liberalismo católico) en Colombia decimonónica.
Universidad de San Buenaventura, Bogotá. 2009
[9]
El historiador barranquillero Julio Hoenigsberg ha defendido durante toda su
vida académica esta tesis, a su ver no hay dudas de que Rafael Núñez fue masón.
Ver: Síntesis histórica de los masones que han sido presidentes de Colombia. http://logiagenesis33.tripod.com/masones_presidente_colombia.html
Consultado el 9 de Agosto de 2017.
[10]
El Liberal. Cartagena. Junio 13, 1920.
[11]
El Liberal. Cartagena. Octubre 5, 1920.
[12]
Ibíde
[13]
El Liberal. Cartagena. Noviembre 18, 1920.
[14]
El Liberal. Cartagena. Noviembre 17, 1920.
[15]
Ibídem
[16]
El Liberal. Diciembre 7, 1920.
[17]
El Liberal. Cartagena. Diciembre 16, 1920.
[18]
Ibídem
[19]
El Liberal. Cartagena. Diciembre 24, 1920.
[20]
Ibíd. En los últimos días de diciembre en “El Liberal” ya se hablaba incluso de
las elecciones para Febrero de 2021 y la toma de decisiones del partido.