1920, UN PARTIDO LIBERAL EN ESPERA DEL PODER

1920 resulta un año sumamente atrayente. Nos encontramos a diez años del venidero fin de la hegemonía conservadora (sus contrincantes históricos) y por ende el retorno liberal al poder. En este año ocurrían interesantes sucesos. El discurso de los rojos giraba en torno a la unificación del partido y la constante era leer artículos con esta tónica en diversos medios por todo el país. De hecho para Marzo se daban banquetes coordinados por direcciones liberales departamentales en las que se instaba a sus integrantes a concentrarse y fomentar el crecimiento ideológico de sus preceptos. El telegrama fue una herramienta crucial para saber que ocurría en la lejanía y a Cartagena llegaba información que se publicaba en prensa y en el caso de sucesos liberales eran aprovechados en las reuniones políticas locales.


Entre las consignas que iban y venían se destaca una en la que se hablaba de las necesidades del Partido liberal en esta época. En primer lugar se menciona la necesidad de tener una figura prestigiosa como su dirigente nacional. Se quería un servidor movido por ‘el anhelo noble y desinteresado de obtener para el partido liberal la legitima influencia que le corresponde en la vida nacional y en su organización gobernativa.” Aunado a esa figura de líder se acentúa la ya mencionada necesidad de unificación. Se concebía como “una acción eficaz y perdurable.” Sin esta unificación el liberalismo se convertiría, según ellos mismos, por su propia culpa y actos, en ‘colaborador de los triunfos del adversario’.[1] Ahora se enfatizaría el discurso en afirmar que un enemigo poderoso del liberalismo era la división dentro de este y podría ser tan nociva como el conservatismo mismo.


Pese a mencionar a la figura de un líder prominente se afianza en el reinante director Benjamín Herrera quien debe permitir lo que ellos llaman un renacimiento del entusiasmo liberal, “poderoso, juvenil, respetado y firme, como en los mejores tiempos”. De hecho el mismo Herrera se presentaría a elecciones presidenciales en 1922, quedando en segundo lugar y alargando más la espera liberal que como sabemos culminaría en 1930 con Enrique Olaya Herrera. De regreso a 1920 el liberalismo sabía que no daba una pequeña carga a Benjamín Herrera. Efectivamente el director es señalado como un dirigente en momentos difíciles y abrumadores, en las que su servicio y dedicación eran demandados con premura. En las que su don abnegado por la causa le seria replicados en honores y recompensas. Por sus meritorios antecedentes este hombre se convertiría en un ejecutor del deseo liberal nacional que con ímpetu vislumbraba nuevos tiempos.[2]


Como si de tono premonitorio se tratase, o más bien de una constante, en 1920 se recordaba una nota titulada “Acción docente del liberalismo” escrita por José María Rojas Garrido, reconocido liberal huilense que había sido presidente del país durante los meses de Abril y Mayo de 1866. Sus letras seguían teniendo gran valor y trascendencia en el plano ideológico que tenían aún validez. El texto es muy directo y representa un llamado de atención nacional. En la nota se lee: “El liberalismo colombiano, debe no solo aspirar a la adquisición del poder para hacer efectiva como gobierno la bondad de su doctrina, sino que está en la obligación moral de conquistar y poseer por medio de sus principios la conciencia plena del ciudadano, y para esto es preciso que sus órganos de propaganda –el profesor en la cátedra, el parlamento en la tribuna, el escritor en la hoja periódica y los padres en el hogar– no cesen de exponer las ideas liberales universales, combatiendo todo prejuicio a fin de ilustrar al pueblo y prepararlo para que obre conscientemente el día de las necesarias reivindicaciones.[3] El anterior mensaje sería un recordatorio irrefutable de los retos del liberalismo para lo que se venía y del desafío que significaba lograr el poder. Por ello juntas de los directos liberales departamentales se incentivaban e incluso en el dominio regional en el que por ejemplo se daban juntas entre los dirigentes de regiones como la atlántica en miras a hacer acuerdos para concentrar ideas y llevarlas a la capital.


Para mediados del 1920 una junta de directores de la costa atlántica se dio en Barranquilla, en esta se acordaron varias estrategias y se publicaron quejas que llegaron a la prensa. Entre estas se mencionaba una protesta formal y enérgica contra lo que denominaron atropello  por parte del jurado electoral de Ciénaga contra el liberalismo en esa zona, al habérseles  arrebatado, según estos, la mayoría que legítimamente les correspondía, no verificando el escrutinio de los votos emitidos en las elecciones para Concejales, conforme lo ordenaba la sentencia del tribunal contencioso de Cartagena, en la que se reconocía al liberalismo sus derechos. De igual forma se protestaba por la actitud del gobierno departamental del Magdalena y municipal de Ciénaga al violar la ley las garantías individuales a las que tenían derecho. El evento fue catalogado por el liberalismo como un ‘escándalo electoral’.[4]


En la junta ya mencionada también se daba un voto de confianza en que la minoría liberal del gran consejo electoral al hacer la designación de los miembros que representarían al liberalismo en las corporaciones electorales de los departamentos, atendiese la opinión de los directorios de las respectivas secciones, es decir que se les diese el espacio correcto y adecuado para hacer frente desde la legalidad frente a la mayoría conservadora. También se efectuaba un llamado a todos liberales del país para que por encima de sentimientos personales que habían causado tanto mal al partido, virasen mejor su rumbo hacia la unión liberal, firme y sincera. De igual forma se comunicaba a todos los periódicos liberales de la república a afinar sus labores a favor de la unión y no la fragmentación.  Así miso se invitaba a la minoría liberal en las cámaras a asistir a las sesiones del congreso y darle atención preferente a la reforma electoral y si la mayoría conservadora se negase sistemáticamente a discutir el proyecto de reforma electoral o  lo desaprobase, la minoría liberal debía retirarse definitivamente, explicando al país su determinación. Paso seguido el liberalismo debía abstenerse de concurrir a las urnas, con excepción de elecciones para el concejo. También se alentaba a la minoría liberal en las cámaras y asambleas a presentar y sostener las siguientes reformas en beneficio de la clase obrera: jornada de ocho horas, reglamentación  del trabajo de mujeres y menores, aumento de la partida destinada a la instrucción pública, sobre todo para escuelas rurales, reforma sustancial del pensum de las escuelas primarias y descanso dominical pagado por el patrono. Consecuentemente también se pedía considerar seriamente como medida trascendental y urgente la fundación de un colegio liberal de enseñanza primaria, secundaria y de ciencias políticas y económicas en la costa atlántica. Los reglamentos, pensum y demás detalles serian acordados por una junta de delegados de los directorios de los tres departamentos del litoral (Bolívar, Atlántico y Magdalena).


Se acordó además recomendar a los representantes del liberalismo en toda la geografía nacional y cuerpos colegiados a que trabajasen en medidas para combatir el alcoholismo y el juego, de igual forma a la prensa liberal para que laborasen en idéntico sentido. Con esto se buscaba formar ciudadanos liberales de honor y alejados del ocio. Consiguientemente se instaba a los directorios liberales del país para que procurasen la formación de escuelas para obreros, a fin de mejorar la condición de las masas populares. También a estos directivos se les animaba a fundar periódicos liberales que fuesen órganos de difusión de sus ideas colectivas y que fomentasen la adquisición de fondos necesarios para darles vida permanentemente.[5]


Las peticiones del directorio costeño fueron enviadas a Bogotá a al directorio nacional, quien sabía que en departamentos como Bolívar, Magdalena o Atlántico era esencial fortalecimiento de nociones liberales. Pero las peticiones no eran precisamente solo para el directorio nacional, al publicarse fueron un llamado para todos los liberales pero también para el gobierno conservador, quien debía respetar aunque no estuviese de acuerdo con  las decisiones tomadas desde el norte del país. En este sentido Cartagena como ciudad central y Barranquilla como creciente en poderío eran  la raíz germinante de estas ideas que buscaban una potenciación del liberalismo en toda su zona de confluencia. Con la publicación también se convocaba a una Asamblea Nacional del Liberalismo antes de la apertura de las cámaras legislativas de 1920 y desde la costa se legitimaba a Benjamín Herrera como jefe único del partido con derecho de permanencia en el cargo de alta distinción.


Sin lugar a dudas esta junta costeña de 1920 resulta un elemento central para comprender mejor el contexto liberal para la fecha y de igual forma un trascendental punto de cohesión entre las ideas liberales y su ejecución. Precisamente en esa espera del poder el liberalismo daba a conocer notas en prensa como una titulada “¿Por qué somos peligrosos?” en la que se hacía una cítrica al gobierno y se entablaba una discusión sobre lo conveniente para Colombia con el liberalismo al mando. A modo satírico se amonesta al  clero y como sometían al país a sus preceptos y como los conservadores se apegaban al vaticano. Sin embargo añaden además que el modelo católico romano cada vez más se ostentaba de mecanismos de tolerancia y conciliación a nivel internacional,  logrando eficacia en países como Chile o Francia.[6] Sin embargo en el caso colombiano era el conservatismo con su perpetua afinidad quien eternizaba prácticas medievales. Es decir, se da a entender que la iglesia empezaba a abrir caminos de dialogo, pero en esta república, era tanto el conservatismo, como la cúpula eclesiástica local, las que no invitaban a ese diálogo y entendidos en su contexto no veían necesidad de dialogar pues aceptaban directamente toda noción vaticana. El arzobispo primado del país es señalado por el liberalismo como un personaje especifico que abusaba de su poder e influencia y no permitía el debate.


Quizás por avivar una llama católica, por enojo o a modo de crítica por su extralimitación en el poder nacional. En algunos periódicos liberales como el cartagenero “El Liberal” se empezaron a publicar notas sobre la masonería, sobre sus principios y como convertirse a esta comunidad. A página completa se presentaba a esta ideología y se explicaba porque no era inmoral o indebida y lo que significaba desde su cimiente más interna. Se aclaraba que los masones sí creían en Dios y que creían en la libertad, por ende no colocaban límites a la libre investigación de la verdad  y para garantizar a todos esa libertad, exigían absoluta tolerancia. Se decía demás que la masonería estaba siempre abierta a hombres de toda nacionalidad, de toda raza y creencia. La reacción católica a estas publicaciones masonas bien valdría la pena analizarlas en una investigación más a fondo pues sin lugar a dudas es una temática de sumo interés. Pero si algunos liberales o conservadores pensaban que dentro de la vida de los masones podrían acogerse debates políticos, se aclaraba también que entre los lineamientos masones se prohibía toda discusión política y religiosa y que se acogía incluso a todo profano, cualesquiera que fuesen sus opiniones en política y religión. Como punto central se informaba que la masonería tenía siempre por objeto combatir la ignorancia en todas sus formas, siendo una escuela mutua.[7] En la nota de prensa se anexaba además los nombres de los jefes masones en diversos países, entre ellos Colombia.


Preciso es aclarar en este punto que no en todos los liberales había un enérgico desprecio de valores católicos, puesto que hay respuestas incluso de algunos de ellos en contravía de ideales como la masonería y más cercanos a Dios desde la visión católica. Es decir existían liberales en contra de la imposición católica en la política de estado pero que sin embargo podrían  profesar dicha religión.[8] Por ello sería incorrecto mencionarles como acérrimos enemigos de la fe o de la deidad judeocristiana, pero sí como discordantes de la forma como el estado colombiano era más iglesia que estado. Lo que si se afirma al final de la nota era que la iglesia católica estaba excomulgando a católicos que ahora se autodenominasen como masones por considerarles un peligro, de allí que existiese el temor por católicos de acercarse a esta ideología.  Se comenzó a criticar inmediatamente que esta información llegase y se promulgase en prensa liberal en ciudades como Bogotá o Cartagena, lo que se decía era que se había filtrado y ya que había llegado a la opinión publica era un riesgo inminente. La Iglesia no iba a permitir jamás ser católico y masón al mismo tiempo, o se era uno o lo otro, o se estaba con Dios o con Satanás. Pero el sentir masónico era imparable, ya en Cartagena había comunidades masonas desde años previos que incluso empezaban a dejarse ver en prensa, bajo el seudónimo “Masones cartageneros”. Habría que preguntarse aquí si las tácticas de la iglesia realmente funcionaban, al decirse incluso hoy que varios presidentes de Colombia eran afines a la masonería. Incluso de habla del mismísimo Rafael Núñez y la prensa liberal en pleno 1920 hacía ese análisis.[9] Respecto al tema con el paso de las semanas el mismo rotativo local cartagenero publicaba una nota llamada “Contra los masones” en las que abogaba por estos al decir que no eran nada extraño, más si hombres difusores de la cultura, la solidaridad y el bien de la república.[10]


Que los liberales ansiaban el poder era sin dudas una realidad  innegable y sus adversarios lo sabían. En Cartagena “El Porvenir” y “El Liberal” comentaban la misma situación, aunque aún en esta realidad las desavenencias entre ambos rotativos se hacían evidentes. “El Liberal” criticaba la forma como “El Porvenir” informaba del tema. Refrendaban  el temor conservador con el hecho de que ni siquiera aceptasen reformas propuestas por los liberales por asimilar que al autorizarlas se les abría camino en el poder, haciéndoseles más fácil llegar al mando y de esta forma poder doblegar estos a los conservadores en un futuro. Para estos días llegaba información de Lorica como una población en la que el liberalismo estaba de pie y ganaba adeptos entre los locales y se informaba además de una crisis conservadora.[11]


A los rotativos liberales llegaban textos de problemas en el conservatismo e informaban de una vergonzosa disputa entre dos medios de este partido.  “El Nuevo Tiempo” trataba a los directivos de  “La Nación” como blasfemos, traidores y desleales. “La Nación” responde negando todo y “El Nuevo Tiempo” replica añadiendo los adjetivos de cobardes, mercantilistas y ambiguos.[12] La disyuntiva es aprovechada por la prensa liberal para comunicar que si así se trataban dos medios conservadores en público, por dentro el partido se encontraba peor, lleno de conflictos y división y que la pelea era un reflejo de conflicto de intereses del conservatismo.


El mes de Noviembre de 1920 llega con la prensa manifestando una “reintegración” liberal. En esta se menciona que debido a la poca escucha del conservatismo a reformas planteadas por el liberalismo y por la necesidad de ver reflejados sus deseos en el gobierno, cabe la necesidad no solo de unificar sino también la de reintegrar al partido en toda la república, dando salida a las fragmentaciones y consolidando sus ideales en una misma mira: llegar al poder. En Bolívar se habla de que la reintegración es ya una realidad y que las viejas diferencias habían pasado a un lado y la división había mermado por la consolidación de la unión para ‘emprender las jornadas del futuro.’ El Liberal cataloga el hecho de ‘fraternal’ y de ‘un olvido completo de las disidencias pasadas’ impuestas por ‘la hora que el país’ atravesaba. Se dice de esta integración bolivarense como ‘una orientación firme, enérgica, sin vacilaciones, ni resquemores… En Bolívar el liberalismo compacto es una fuerza política militante de valía cuya respetabilidad tendrá que reconocer el adversario.’[13] Se invita a los copartidarios a estar unidos en la lucha pues representan un poder efectivo en las urnas, haciendo respetar el sufragio, impidiendo el fraude que a su ver hacían los conservadores y reafirmar sus valores tradicionales.


Era usual en estas fechas ver desde Bogotá felicitaciones al movimiento liberal bolivarense por su gallardía, unidad y por representar fielmente el ideal liberal sobreponiendo los intereses colectivos a los personales. Se habla de Simón Bossa como gran director departamental y por enfatizar el fortalecimiento del partido en los diversos municipios de esta zona del país.[14] Otra realidad evidente en el plano local mencionado en prensa, era que el conservatismo cartagenero lograba más representatividad en el plano nacional. Para el liberalismo local era una represalia ante su aparente fortalecimiento en esta región. Es decir, el directorio nacional conservador estaba anexando conservadores bolivarenses a su selecto grupo para acrecentar más su notoriedad en estas tierras, pero también porque se informaba que estos tenían el mérito y logros suficientes para alcanzar tal distinción.[15]


Con la llegada de diciembre de 1920 un nuevo manifiesto liberal se publicaba, sería de los últimos del año y estaba concentrado especialmente en hablar de la unidad bolivarense, pareciese que se volvió noticia nacional que en Bolívar el Partido Liberal estaba fortalecido. Se leía en prensa que el caso bolivarense era una ‘esperanza de triunfo’ para los liberales y que esta zona era ya un bastión de los rojos.[16]  El 16 de Diciembre la convención liberal de Bogotá planteaba ya la urgente tarea de una nueva convención nacional del liberalismo y de acelerar los pasos a través de los directorios departamentales de acrecentamiento de acciones a favor del partido y más organización dentro de este.  Mejorando los esquemas organizativos confiaban se cristalizarían sus aspiraciones. [17]


Siguiendo con el tema de la unidad, el mismo director nacional del partido, es decir Benjamín herrera, precisó que todas las corrientes liberales debían tener una representación en la corporación soberana del partido, permitiendo una unión sólida y fuerte en la que la gran familia liberal fuese una sola.[18] Con esto se buscaba que ningún grupo de tendencia o esencia liberal quedase por fuera y expresase sus desavenencias dentro de la formación conjunta partidaria en la capital del país. Herrera decía “Ha llegado el momento de hacer un esfuerzo supremo para encauzar la colectividad. Es necesario que nos convenzamos de que elementos dispersos no pueden imperar en la política de un país, y que solo la unión puede darnos el puesto a que tenemos derecho, si lo que anhelamos es el triunfo de las ideas, por las cuales viene el partido combatiendo desde hace treinta y cinco años.”[19]


Con el final de 1920 en prensa ya se habla del año siguiente, de legislación, de elecciones y del devenir tanto del liberalismo como del conservatismo, más que nunca se manifiesta un profundo interés por lo que se viene, por lo que significaría para el país los tiempos venideros y del por qué más que nunca en el escenario del poder público la batalla campal, tomaba nuevos matices, que trascendían con fuerza el aspecto social y el cultural, además de los ya clásicos económicos y políticos.[20] Nadie quería perderse lo que se avecinaba. La historia nos cuenta que esos últimos diez años de la hegemonía conservadora serian sustanciosos y llenos de un sinnúmero de sucesos que serían un parteaguas en nuestra vida republicana. La danza de los millones, la masacre de las bananeras, la económica cafetera y las disputas partidarias son algunos de los ejes históricos que aun hoy siguen teniendo trascendencia y un gran valor en la historia de Colombia, pero eso no es todo, hay mucho más. De 1921 a 1930 pasaría de todo, y estudiar este periodo merece también una investigación especial.


Se puede afirmar entonces que con el final del 1920 se ejecuta un fortalecimiento liberal en Bolívar que con más fuerza que antes, estaba pujando por el triunfo. El  liberalismo a nivel nacional no escatimaba en acciones para unificarse e indiscutiblemente ya se reafirmaban a sí mismos en espera del poder.





[1] El Liberal. Cartagena. Marzo 31, 1920.
[2] Ibídem
[3] El Liberal. Cartagena. Abril 1, 1920.
[4] El Liberal. Cartagena. Mayo 1920.
[5] Ibídem
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8] Existe de hecho un trabajo interesante que aborda este tema bajo la denominación de Liberalismo católico, entendiendo a esta como una corriente que en la Colombia decimonónica tenía ya lugar. Ver: William Plata Quezada. El catolicismo liberal (o liberalismo católico) en Colombia decimonónica. Universidad de San Buenaventura, Bogotá. 2009
[9] El historiador barranquillero Julio Hoenigsberg ha defendido durante toda su vida académica esta tesis, a su ver no hay dudas de que Rafael Núñez fue masón. Ver: Síntesis histórica de los masones que han sido presidentes de Colombia. http://logiagenesis33.tripod.com/masones_presidente_colombia.html Consultado el 9 de Agosto de 2017.
[10] El Liberal. Cartagena. Junio 13, 1920.
[11] El Liberal. Cartagena. Octubre 5, 1920.
[12] Ibíde
[13] El Liberal. Cartagena. Noviembre 18, 1920.
[14] El Liberal. Cartagena. Noviembre 17, 1920.
[15] Ibídem
[16] El Liberal. Diciembre 7, 1920.
[17] El Liberal. Cartagena. Diciembre 16, 1920.
[18] Ibídem
[19] El Liberal. Cartagena. Diciembre 24, 1920.
[20] Ibíd. En los últimos días de diciembre en “El Liberal” ya se hablaba incluso de las elecciones para Febrero de 2021 y la toma de decisiones del partido.