Una de las corrientes de pensamiento que ha calado con mayor profundidad en gran cantidad de discursos académicos a nivel interdisciplinar es el neodarwinismo, concepto que alude de forma irremediable a la teoría evolucionista renovadora que replantea la tesis de Charles Darwin sobre la evolución de las especies basándose solo en la selección natural y las mutaciones genéticas como causantes de la aparición y proliferación de nuevas formas de vida de origen animal y vegetal. Esta metodología se agrupa en la síntesis evolutiva moderna que da valor a la mutación ocurrida de forma aleatoria como el principal desencadenante de la variación y genética de diversas poblaciones de organismos vivos.
La capacidad predictiva que plantea el neodarwinismo ha sido objeto de estudio y discusión desde hace mucho tiempo por expertos en el tema, y sus argumentos se han publicado en diversas revistas científicas a lo largo y ancho del planeta por la pertinencia de sus postulados. Esta teoría supone que en la evolución de las especies actúan directamente los procesos de selección señalados en el darwinismo clásico, agregándose a ellos los mecanismos de mutación y factores genéticos.
La primera ocasión en la historia en la que el neodarwinismo se promulgó fue entre los años 30s y 40s. Este fue defendido por un considerable grupo de científicos que conectaron la variación genética y la selección natural con unas nuevas variables ligadas a los avances de la ciencia propios de la época. En ese sentido, este nuevo planteamiento muestra que la variabilidad de los genes en una población no ocurre por casualidad, sino que responde de forma enfática a una realidad propia del ADN y el proceso de replicación que genera algunas modificaciones en su estructura y que son evidentes por las mezclas de los cromosomas en la meiosis. Lo anterior se complementa con la deriva genética, proceso que posibilita la evolución y sus variables por la frecuencia de los alelos que con el paso del tiempo y por ende, generaciones, conllevan a que se dé un flujo de los genes y finalmente, la selección natural. Teniendo en cuenta lo anterior, esta teoría sintética promueve que la selección natural y los cambios progresivos son la base fundamental del proceso evolutivo.
Desde su promulgación, el neodarwinismo ha recibido críticas y aplausos en casi iguales porcentajes. Por un lado, sus detractores conciben que le falta sustento científico y que no debe tener cabida por su nula comprobación de ciertos procesos como el intercambio de información genética horizontal que tiene lugar en los organismos procariotas. Por otro lado, quienes consideran correcta a esta idea, aseguran que tiene asidero por entender a la selección natural como un proceso complejo que no está ligado de forma exclusiva con la inercia. En ese sentido, la influencia de este argumento se ha vislumbrado tanto en Oriente como Occidente y se han escuchado voces que discuten sobre el mismo como John Sanderson Haldane, Ernst Mayr y Gregor Mendel.
Para el neodarwinismo, los genes son la unidad de la evolución y la selección natural es el mecanismo de la evolución en sí mismo tanto para mantenerse como para expandirse. Su enfoque es interdisciplinar, por lo que incluye a la biología con la paleontología, la botánica, la sistemática, la citología y la genética. Las mismas se agrupan a otras áreas del saber como las ciencias sociales y la relación del hombre con su entorno.
Hubo una época en la que el neodarwinismo se asociaba con la escuela panseleccionista liderada por Alfred Russel Wallace y August Weismann. Ambos biólogos de gran trayectoria que sentaron las bases del planteamiento, reconocieron la preponderancia de la selección natural como el mecanismo ideal del cambio orgánico. Finalmente, el término se asocia, como sucede hoy, de forma directa con la síntesis evolutiva de los años 30.
La influencia de esta corriente ideológica en la actualidad se evidencia en la claridad de sus postulados que rechazan la teoría de los caracteres adquiridos, dejan de basarse en el individuo para centrarse en la población, conciben a las mutaciones como aportes de variabilidad sobre la cual actúa la selección natural y entienden a la evolución como un proceso largo que ocurre de forma gradual. En ese sentido, el neodarwinismo plantea que las mutaciones y la selección natural son fases complementarias, y no existe proceso alguno que pueda conllevar a un cambio evolutivo autónomo.
Entre los expertos que han contribuido a que este tema continúe vigente se encuentran: Ronald Fisher, John Burdon Sanderson Haldane, Sewall Green Wright, Theodosius Dobzhansky, Ernst Mayr, Julian Huxley, George Gaylord Simpson, George Ledyard Stebbins, Richard Dawkins, Douglas J. Futuyma y Stephen Jay Gould. Los mimos han publicado libros y artículos científicos que analizan el neodarwinismo desde una perspectiva integral y sus resultados han conllevado a que el tema jamás se cierre y siga siendo de gran interés para todos los científicos, incluso en pleno año 2022.
A modo de cierre es necesario manifestar que los estudios sobre el neodarwinismo continúan realizándose hoy en día. Esto se debe a lo amplío del tema, su profundidad y los grandes retos que supone para la biología y genética modernas. Las nuevas tecnologías permiten comprender con mayor claridad los fundamentos de esta corriente, pero también ponen sobre la mesa la necesidad de que se sigan dando discusiones en torno a su finalidad y cumplimiento a cabalidad en organismos como las plantas y animales. Para muchos expertos, el neodarwinismo tiene sustento científico evidente, mientras que para otros está desfasado en cierto sentido aunque no pierde validez en general por sus posturas sobre la genética. Lo cierto es que este argumento sigue siendo tomado como ejemplo por otras teorías y supone un verdadero compendio de ideas, conocimiento y saber que se resiste a desaparecer por su orden, análisis y amplitud.
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